
Ocho horas menos
Siempre que tengo que cambiar de idioma se me caen las cosas de las manos. Es como si hubiera una zona cerebral inestable, dudosa. También tropiezo más, pero tengo comprobado que sin caerme. Me pasa con las casas desconocidas: no atino a cerrar del todo los grifos y me cuesta abrir las ventanas. Tampoco me […]