Ayer fue día de taxi. Un taxi me llevó a la estación de tren por la mañana. Una asamblea de taxistas me impidió tomar uno en Sevilla. Otro me dejó a cinco calles de mi destino “para no dar mucha vuelta”, inaudito. Un tercer taxi llevaba a Shakira tan fuerte en la radio que los pasajeros no pudimos hablar. Y para terminar, al volver a Madrid, en la nube de taxis libres que espera la llegada de pasajeros de la estación, me tocó el mismo taxista que me llevó por la mañana a la estación.
¿Casualidad? No sé, a mí me hizo gracia. Era de Leganés.