Esta planta africana es la Pollia Condensataes y su fruto posee el color más intenso y duradero de la naturaleza, porque responde a una estructura y no a la pigmentación. Es un caso raro en el mundo vegetal, pero no lo es tanto si lo consideramos dentro del conjunto de los seres vivos. Los animales a veces sí emiten colores sin pigmentos. Y parece que casa con parámetros antropológicos: eres lo que eres, no lo que pareces cuando te maquillas.
La esencia. Somos por dentro tan de color carne que cuando nos raspamos la piel aparece la carne viva, que no es otra cosa sino nosotros mismos desnudos, sin la funda. Los negros se raspan y son como nosotros, quizá un poco más fibrados, pero iguales de color interno. Somos estructuralmente de un color, cada uno en su tono esencial, como el fruto de la Pollia es de otro. En cambio, los pigmentos nos han hecho creer que son permanentes y se degradan con el tiempo. Progresivamente, según calidades.
Somos entidades estructurales que dependen de sus pensamientos pigmentarios. Mutamos en arrugas y nos degradamos en nuestros sistemas, pero algo nos queda siempre de nuestro color interno, único y sólido, brillante quizá, como este azul metálico de las bayas de la Condensataes.
Cuándo podré estar tranquilo de una vez…