Cuando llega el frío, ya se sabe, uno añora otras temperaturas. Esta imagen, que es anterior a mi idilio con el pulpo, deja claras dos cosas: que la línea del horizonte es mi preferida para contemplar desnudo y que hice bien en empezar a ejercitar los músculos de la espalda. Se me ve blandito, ¿no crees?
Cuando vuelva el verano, entre piscinas climatizadas, carreritas matinales y, sobre todo, el montaje intensivo de casas de madera (versión kit), verás cómo la dureza será la tónica dominante.
Lo digo por fijar un horizonte interesante al que mirar.