En Soria basta salir al monte con una cesta para conseguir víveres para la subsistencia. Ahora en septiembre moras y endrinas para patxaranear en navidades. Tomates de cuneta, tomillo para los guisos, calabacines con permiso del vecino huertano, postales con corzo en 360º y pajarillos de banda sonora completan el alimento para cuerpo y alma.
En Soria se puede caminar con la vista al frente y adivinar el futuro. No hay obstáculos importantes y la línea del horizonte aparece nítida, para que uno se encuentre consigo mismo. Yo me veo a veces desenfocado a lo lejos, con mis ojos verdes de montera, con mis orejas curtidas entre los pinos.
En la orilla del río se entiende el crecer de los juncos y de los zarzales. En los terraplenes las ortigas cobijan a las viborillas y cada uno en su plano esquilma lo que puede. Suavemente se aprende a subsistir, a almacenar para el invierno que viene.
Sólo espero que vengan nieves y el wifi nos conecte con la realidad. Al menos.