Estamos de fin de curso y sin exámenes: cosa rara. Esto es una evaluación continua que no para nunca de ponernos nota. Como “el huevo que baila” de los catalanes, que se mantiene en el aire gracias a un chorrillo de agua a presión que lo eleva.
Si suspendo, pues será que lo merezco. Sin embargo nosotros no vamos a academias ni a clases particulares en verano. Las vacaciones están ahí, no peligran. Mis padres firmarán las notas igualmente y en septiembre volveré a matricularme en lo que sea.
Las novedades son caras de ver a ciertas alturas.