Éramos tres intrépidos -aún sin quererlo- y aún nos duran las señales de los moscos del Pacífico. De haberlo sabido nos hubiéramos atiborrado de vitamina B12, que por lo visto los ahuyenta. Pero no. Ahí estábamos y ahí nos picaron sin compasión.

Sólo ha quedado esta señal externa. Lo demás va por dentro. Al europeizarnos de vuelta nos estamos limpiando de extravagancias y hemos adoptado rapidamente los parámetros de nuestra vida anterior: trabajo trabajo trabajo. Quizá sólo la lectura pueda disipar tanta realidad porque nuestra vista es la que se ha quedado más huérfana de sorpresas, huérfana de paisajes diferentes, de novedades.

Pero algo hemos aprendido. Lo notaremos cuando pasen los días. Quizá ya lo estamos notando.