“I wasn’t really tooth-receptive”, o sea, “Estaba para pocos dientes” en traducción cobritas. O “No estaba para hostias”. Así estoy yo ahora, con el hijo en la UCI, mi rehabilitación para el cuello ineludible, la inminente visita de cuatro mamones a los que grabar de aquí al viernes y estreno australiano en el Price. No doy más.
Además tengo que gestionar mi alta en el IAE y en la Seguridad Social y recoger material de microfonía y encima va a llover y no debería coger la moto, que es mi salvavidas horario.
Lo mío es una pena porque por mucho que pase el tiempo no se pudren las situaciones. Algunas deberían volatilizarse. Otras deberían ser prioritarias y no pueden serlo -léase el documental de Agustí-. Esta semana sólo me la justifico porque subirá la cantidad destinada a tu bañera de patas, que igual tiene forma de bañera con patas o de encofrado de hormigón, no se sabe.
La semana que viene me voy a estar contigo unos días. Lo necesitamos. Aunque trabajemos como si no estuviéramos juntos, estar juntos nos lo hace más llevadero.
A por ello.