Hoy día es fácil llamar la atención. Parece que no, que con la exageración de fuentes que tenemos gracias a los medios digitales podría no serlo; pero sí. Llamar la atención está tirado.

Además de la cosa sexual, la locura se impone como opción. Hay una corriente de humor supuestamente surrealista que triunfa por doquier. No hay nada como hacerse el imbécil para arrancar unas risas inconexas. Sobre lo erótico-festivo sólo mencionar la última campaña de la marca de ropa Desigual: tres chicas nada normales, hablando como si sólo las escucharan sus amigas más golfas.

Sobre la polémica surgida con estos anuncios de cámara fija y chica probándose ropa, ya nos vale que haya controversia. Sociológicamente sólo cabe decir que estamos más fríos que los árboles una mañana de escarcha: son fantasías manidas que confunden la liberación de la mujer con el cocido madrileño. A todos nos gusta comernos el tocino, aunque lo disimulemos siempre.

En España se folla poco, o no, no lo sé porque los datos siempre están tergiversados. Lo que sí parece cierto es que nos estamos volviendo un poco locos, quizá porque no nos da tiempo a asimilar las excentricidades de una sociedad heredera del corsé del ordeno y mando.

Si Franco fue un horror, el reparto de su legado está siendo aún peor. Adorar a las vírgenes siempre ha sido un mal negocio. Seguir los dogmas nos ha dejado tarados.

Ya no sabemos lo que queríamos. Ah, sí: llamar la atención. El tema es cuánto tiempo conseguiremos mantenerla.