San Sebastián fue un lugar en donde se probaban tendencias de moda y baño desde principios del siglo pasado. Ahora sigue siendo una ciudad puntera para algunas cosas, como la gastronomía. Dicen que Donostia siempre fue monárquica -quizá por obligación- pero siempre ha conservado un nivel de residencia para adinerados que-no-se-puede-aguantá.

San Sebastián es bonita de cojones. Cuando mi mujer se va a sus clases semanales de gestión puntera de restaurantes punteros creo que es más bonita todavía, porque San Sebastián adopta la belleza de las cosas bonitas que contiene. En bellezas siempre habrá opiniones. En España se opina sentando cátedra. Es lo que tiene la clarividente ceguera del amor.

Empiezo siempre los posts buscando una foto y llevándola a mi terreno. Hoy he pillado este cartel de una exposición de trajes de baño que hay en Madrid y se me ha ido la mente a la Concha. No sé por qué hoy me ha salido esta loa a mi mujer, pero no me importa: cada vez acepto mejor las críticas y peor las alabanzas. Siempre hay algo que criticar para mejorar y siempre hay algo con lo que conformarse para dejar de avanzar.

San Sebastián tiene alcalde abertzale radical y creo que convive mal con su señorial tradición. Donostia necesita visitantes ilustres y habitantes con lustre. Es una cuestión de coherencia. No le pasa lo que a Madrid, ese pueblo de emigrantes…

Los Llamosos lo que necesita son seres sueltos. Con eso valdría.