Para hacer unas gorditas de chicharrón hay que saber que la vida sin tomate no vale un pimiento. Hay que saber que la vida es una tómbola y las posibilidades de pillar algún virus por comer en la calle dependen del lado del que masca la iguana. Hay que saber pasar bien la carne por la sartén y presentarlo todo envuelto en papel de estraza sobre un bonito plato de plástico de color azul mate.
Para comerse unos tacos de cochina cachonda hay que ir a Yucatán y hablar como Cucho, el gato yucateco de Don Gato (Top Cat) o tener la suerte de ir a un restaurante de La Condesa la última noche de estancia en el DF, justo antes de chupar unos mezcales artesanos y bailar con los mariachis de la Plaza Garibaldi.
Para volver a España hay que armarse de valor, secarse la lagrimita y dejar plantadas algunas semillas que puedan brotar en la siguiente estación de lluvias. A ver si germinan.