Pues yo quería decir que aún tengo en la mente y en la piel las horas vividas; que quizá no nos hubiera hecho falta un refugio tan confortable, ni mecernos con el agua, con las palabras de quienes mejor las saben tejer, con los paisajes nuevos pero reconocidos bajo un sol que sólo ponía luz, ni una banda sonora como escrita para dibujar un fondo cálido… pero que ahí ha estado todo, arropándonos. La fuerza del directo, como tú dices; ser testigo, vivir en primera persona lo que tantas veces se anhela y se imagina… y ser consciente de ello. Eso es la suerte.