Anoche tocó Agustí Fernàndez en casa de un melómano que abría su casa sin otro afán que el de reunir allí a personas interesadas en la buena música. Fue una experiencia un poco endogámica, parecía conocerse todo el mundo en esa secta de la música irrepetible, pero tampoco me quedé a comprobar si mi impresión era cierta porque tuve que salir rápido a otro sitio; como siempre.
Agustí estaba encantado, relajado y suelto. Tocó una hora y cuarto sus canciones y hasta se atrevió a interpretar un tema de Cecil Taylor, su pope. En el bis, después de dejarnos anonadados con la potencia de sus oleadas de mar mallorquí concentrado, después de hipnotizarnos con sus pulsaciones delicadas, después de pasar rozando las cuerdas del piano por dentro -anoche con una distancia inusitadamente respetuosa con sus tripas-, después de dejar el aire mezclado, pero no agitado, con notas sencillas y breves, después de todo ello interpretó un tema de su próximo disco: un trayler, decía entre risas.
Habló al comienzo de su intervención e incluso presentó algún tema concreto. Agustí cada día está más tranquilo y seguro, más seguro de estar haciendo lo que quiere. En el calentamiento antes de empezar el concierto, con la sala vacía, nos cantó “you got a friend” a los tres que allí estábamos. Como siempre que me toca vivir esos momentos tan exclusivos sentí un cierto rubor, pero anoté a boli la sensación de alivio que da un artista que se deja llevar. Rubor por mí, que habría acompañado al pianista en su canción y no lo hice.
Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada de esta bitácora -qué palabra mas hermosa y marinera, tan en desuso- y creo que ha llegado el momento de volver a subir las velas y navegar de nuevo, largo, aprovechando esta primavera ventosa que nos ha traído este año par, que acaba en doce, la cifra que se repite en mi edad y en la de mi hijo. Por docenas me cuento, por docenas me voy encontrando.
El Fernàndez estuvo sensacional. Su último disco, “El laberint de la memòria”-que fue el que anoche interpretó- es una versión libre y tamizada de la música española para piano del siglo pasado. Memoria y recuerdos sonoros que traspasan el origen y se proyectan en el aire, como viento en las velas.
Gràcies, Agustí.